26 de noviembre de 2013

Mi decálogo

1- Cuando te pongas a escribir, nunca pienses "me estoy poniendo a escribir"; hacelo como al pasar, como si le estuvieras escribiendo un mail a un amigo, sin presionarte ni obligarte a nada.

2- Si tenés muchas ganas de escribir pero no sabés qué ni cómo, hacé lo siguiente: preguntate qué cuento o relato que todavía no está compuesto te gustaría leer, pensá en qué situaciones y personajes debería tener ese texto, imaginalo durante un rato, y ponete a escribirlo.

3- Aunque escribas en computadora y no a mano, intentá sentir en la yema de tus dedos la plasticidad de los grafemas y los signos: cada letra, cada coma, cada palabra, cada  tilde, cada punto y coma, cada espacio en blanco, no es sólo una herramienta con la que estás “diciendo” algo o transmitiendo significados; también es un trazo con el que estás pintando o dibujando sobre el papel o la pantalla.

4- Cuando estés escribiendo, no te detengas a pensar en tu “estilo” ni en nada parecido. El estilo no es algo que se pueda premeditar; es, más bien, una derivación del fluir de tu escritura. Y si reflexionás demasiado sobre ella mientras la ejercés, la escritura no fluye.

5- Partí de lo autobiográfico y lo autorreferencial pero no abuses de eso. No todo lo que te pasa a vos es, por el solo hecho de que te pase a vos, interesante o digno de contar. Una de las virtudes de la literatura es que te permite ampliar y expandir los márgenes de la mirada sin otros recursos que el pensamiento y la imaginación.

6- Más interesante que describir “cómo” son las cosas, es contar “qué pasa” con esas cosas o darlas a entender, sin explicitarlas, describiendo cómo impactan en los personajes o en las situaciones. Por ejemplo: si querés dejar constancia de que una puerta es muy pesada no digas “la puerta es muy pesada”, contá que alguien la abrió con mucho esfuerzo; y si querés decir que un personaje está muy triste no escribas “está muy triste”, describí algún gesto o actitud que dé a entender esa tristeza.

7- Olvidate de que estás “haciendo” literatura. Sacale artificialidad a la prosa. Evitá palabras que suenen demasiado solemnes o ampulosas innecesariamente. Por más fantástico o inverosímil sea lo que se está contando, tratá de que suene como si realmente hubiera pasado.

8- Planteate no sólo quién es o qué tipo de narrador es el de tu relato, sino también a quién se está dirigiendo ese narrador (puede ser a sí mismo, a un amigo, a un diario personal, a una persona con la que no tiene confianza, a los potenciales lectores, a un grupo determinado o indeterminado, a nadie en particular, etc.). Eso no tiene por qué quedar claro en el texto, pero sí es interesante que lo tengas claro vos.

9- Nunca condiciones tu escritura de acuerdo a lo que imaginás que podría llegar a decir la crítica sobre tu obra. Eso sería como intentar auto-obligarte a soñar determinadas cosas de acuerdo a las interpretaciones posteriores que imaginás que podría llegar a hacer tu psicoanalista al respecto.

10- Nunca narres absolutamente todo lo que sabés que pasa en la historia. No sólo porque es más interesante sugerir y dejarle espacios vacíos al lector para que él se involucre y los complete con su propia imaginación; también porque hay que tener en cuenta que la mayoría de las sensaciones o emociones no pueden ser representadas fielmente sólo con palabras. El secreto de la literatura es el de encontrar los intersticios dentro del lenguaje que permitan expresar cosas a pesar de esas limitaciones. Tu desafío es hacerle frente a ese límite e intentar transmitir sensaciones que las palabras por sí mismas no pueden expresar.

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