5 de octubre de 2012

Hoy, en la calle, una chica me preguntó, con lágrimas en los ojos, si no había visto una billetera negra tirada por ahí. Había bajado del tren, como yo, y en algún punto de esas tres cuadras había perdido la mitad del sueldo recién cobrado, además de documentos y fotos de sus sobrinos. Yo le dije que se tranquilizara y, mientras volvíamos para el lado de la estación concentrados en el suelo, vimos
cómo otra chica venía corriendo, le preguntaba "¿vos sos Micaela?" y, ante la respuesta afirmativa, sacaba de su cartera la billetera negra. Le explicó que desde una cuadra más allá había visto la billetera junto al cordón, que había visto desde ahí nuestros gestos de búsqueda y que se había fijado el nombre en el documento. Micaela le agradeció con un abrazo espontáneo y más lágrimas en los ojos. Después me saludaron y se fueron caminando juntas, charlando, como si fueran amigas. Yo volví pensando en escribir esto a la noche y diciéndome que me habría gustado que me invitaran a festejar.

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